miércoles, 8 de abril de 2009

"La faz oscura de la infancia" (de Jorge Volnovich, panelista de la jormada)

En el campo da prevención y atención de niños, niñas y adolescentes víctimas de malos tratos y abuso sexual, voy a hablar de micropolíticas públicas, lo que implica definir una posición ideológica y una oposición de hecho a las macropolíticas tejidas por los gobiernos y gobernantes de este nuevo milenio.
Posición que valoriza las acciones micromoleculares desarrolladas por las instituciones y grupos, tanto del Estado como de la sociedad civil, así como las pequeñas acciones desarrolladas en la cotidianeidad del barrio ,de la comunidad o de la familia, sede esta última, del mayor número de malos tratos y abusos. En efecto, la crueldad contra los niños está instalada en el quehacer diario, naturalizada, negada y solo una fuerte ideología anti-patriarcal que deje de mistificar a la familia y al mercado impedirá que a los niños se los discipline golpeándolos como animalitos salvajes o continúen siendo abusados como juguetes eróticos de consumo, tanto en la familia, en las escuelas, en los clubes, así como en los medios de comunicación, en especial la televisión.
Oposición que es más un pasaje a un segundo plano de las macropolíticas que, desde el Estado, las organizaciones civiles y religiosas, tanto nacionales como internacionales muestran todo lo que hacen por los niños, pero esconden la faz oscura de la infancia y de la adolescencia, en aquello que los socio-analistas denominamos efecto vitrina, por el cual cuanto más algo brilla, mas existe algo para esconder. Producen ese efecto haciendo brillar hasta el horror, verdadero culto siniestro al voyeurismo público, forma hiperreal de esconder lo que realmente sucede con los malos tratos.
Una anécdota: hace varios años en un Congreso da Bolívia sobre el tema, una importante institución internacional de gran prestigio presentó, con gran impacto, una piba de unos trece años que contó sus experiencias trágicas de vida, y como había sido rescatada de los malos tratos, del abuso sexual y de la indigencia. ¿Por que sentí un cierto mal estar por la exposición de la chica? Nunca fue extraño en los años 60 o 70 que, en congresos de ese tipo, alguien presente un niño o un adolescente para mostrar los beneficios de los valores del individualismo capitalista, el “self made child” sobre la masificación comunista, y luego, posteriormente a la caída del Muro de Berlín, para mostrar el milagro de la resiliencia, por la cual una niña podía atravesar situaciones traumáticas límites y sobrevivir a las mismas. Luego comprendí que mi malestar se debía el hecho a que la niña, brillando en una vitrina internacional, solo estaba siendo expuesta para justificar la existencia de la institución y de todas las instituciones que, ya sea desde el Estado, religiosas o de la sociedad civil, precisan de un palco lleno de niños y niñas que han superado el maltrato, la vulnerabilidad o la marginalidad para justificar su propia existencia. Tesis que desarrolló suficientemente Foucault, que postuló que no son necesarios médicos porque existen enfermos, sino que son necesarios enfermos porque existen médicos. De la misma forma, no son necesarias instituciones para cuidar de la infancia desamparada y vulnerada sino que es necesario producir niños desamparados para justificar la existencia de estas instituciones.
Sé que lo que digo es duro, mucho más considerando la carencia de servicios adecuados y especializados para la prevención y atención de niños, niñas y adolescentes objeto de malos tratos y por el esfuerzo que comparto con muchos amigos y colegas por instituirlos venciendo las resistencia del Estado y de la sociedad, pero, para ser coherentes con todo lo que enseñamos, es bueno tener en cuenta que cortar el círculo de violencia comienza en la propia casa.
Es mas, el ejemplo del cual les acabo de hablar demuestra que hoy habría que agregar al pensamiento de Foucault que en esta postmodernidad no basta con producir, además es necesario exhibir. Contradicción que se nos plantea ya que el principio básico que nortea nuestra práctica en el campo de los malos tratos nos lleva a prevenirlo y atenderlo a través de la ruptura del Muro de Silencio creado por la familia privada a su alrededor. No se debe callar, es cierto, ahora bien, como evitamos que el hablar sea capturado para ser exhibido por red telecomunicacionales nacionales e internacionales
Los malos tratos contra niños, niñas y adolescentes son hijos de la crueldad, dije, primero del patriarcado, luego del mercado, ahora por los dos juntos en el mercopatriarcado. Crueldad naturalizada en disciplina antes, en el consumo después. Negación que envuelve hasta las propias estructuras del Estado que niegan su existencia y apenas cuando los niños y adolescentes se vuelven delincuentes o prostitutas comienzan a clamar por mecanismos de contención social. Negación que concierne hasta simples investigaciones de prevalencia - total de casos que existen hoy, independientemente del momento en que fueron iniciados- a través de las cuales sabríamos, por ejemplo que, antes de los 16 anos, mas del 50 % de los abusos sexuales y malos tratos son practicados por hermanos biológicos mayores en los menores como lo demuestran las investigaciones internacionales (Allard-Dansereau, Haley, Hamane y Bernard-Bonnin, 1997).
Cosas de hermanos, juegos de niños, encubren el hecho de que la crueldad está desplazando su eje de asimetría entre adultos y niños para la violencia de niños contra niños. No por casualidad el bullying constituye hoy uno de los motivos principales de preocupación en las escuelas, porque los mecanismos de segregación en una sociedad donde lo virtual y lo real son la misma cosa, llevan a que cualquier niño, sintiéndose discriminado tanto en la escuela como en la casa, pase a destruir a su enemigo efectivamente, sea amiguito, profesora o testigo ocasional.
Esta postmodernidad ha terminado con el niño de “Que verde era mi valle” en donde el patriarcado enseñaba a los niños a defenderse de los ultrajes recibidos a través de los golpes y sin adultos en el medio. Hoy los golpes han sido sustituidos por emboscadas y armas de fuego de grueso calibre y los adultos deben intervenir muertos de miedo para evitar las tragedias tan naturalizadas en el famoso “ juego de niños”.
Esto no significa abogar por un neo moralismo como en el siglo XVIII, ya que sería imposible negar la sexualidad infantil o el hecho de que exista el goce de la crueldad entre los pibes, sino que obliga a que la sociedad tome una posición sobre la segregación desde el jardín de infantes y hasta antes del mismo.
Esta es una evidencia mas de que en nuestra época está cambiando el paradigma do los malos tratos contra los niños, niñas y adolescentes tanto en la calidad como en la intensidad de los mismos. En efecto, la violencia del golpe está, cada vez mas, siendo substituida por los malos tratos emocionales y la negligencia, mientras que los malos tratos que observamos todos los días, cada vez adoptan formas mas graves
Por consiguiente, en una sociedad pós-moderna como la nuestra, tenemos que aceptar la paradoja por la cual, existiendo una legislación sofisticada y justa como la Convención Internacional de Derechos del Niño que sirve de marco a las legislaciones nacionales de los Estados Parte , al mismo tiempo nunca hubo tanta violencia o prostitución infantil, mayor todavía que en el siglo XIX.
Entre otras cosas es necesario que también mencionemos, hablando de micropolíticas que, las legislaciones de los Estados Parte tienen su fundamento en la Convención y no al contrario, porque Dios no es brasilero, ni argentino, y mucho menos norteamericano, que todavía continua siendo el único país en el mundo en no adherir a la Convención Internacional de Derechos del Niño. Y cuando aluden a las dificultades de la propia estructura jurídica norteamericana, es bueno recordar que los derechos humanos del cual la Convención es tributaria, son de todo el mundo no solo los nuestros, eso sin contar que la propia Convención no es el Talmud y varios años después, tal vez haya varias cosas que deberían ser revisadas, en especial en los capítulos que se refieren a la infancia maltratada. Estoy diciendo esto porque la mistificación, resulta uno de los instrumentos más importantes de las macropolíticas para dominar y explotar la infancia y a adolescencia.
Las micropolíticas, a su vez, nos enfrentan con otras realidades tales como el hecho de que más del 60% de los malos tratos son practicados por las madres de los niños, idealizadas como “sagradas” en el aforismo “la cachetada de la madre es por amor"
[1] Estas madres son mujeres que trabajan el día entero, muchas veces sostienen el hogar sin ayuda de ningún hombre en los casos de familias monoparentales, y sufren en el trabajo, en la calle y hasta en los territorios comunicacionales la discriminación de ser mujeres. Esas madres también pueden tornar sus hijos objetos de malos tratos.
La cuestión entonces es que tanto la sagrada familia como la madre sagrada han dejado de ser espacios de consistencia y protección para pasar muchas veces a ser lugares de abandono y crueldad. Lo mismo sucede con la escuela, el club, la iglesia o a asistencia social. És verdad, con demasiada frecuencia las víctimas temen mucho mas a quien quiere ayudarla que al agresor.
¿No resulta entonces, una verdadera revictimización del niño, objeto de malos tratos, condenarlo a volver para su família que lo trata con crueldad, sin ninguna ayuda o soporte por parte del Estado, y aún con ese soporte, sin las garantías emocionales que no sean “es la madre que tiene” o es el padre que tiene”? .
Hablando de revictimización quiero manifestar públicamente mi apoyo a la reforma al Código Procesal Penal Argentino de autoría del Juez Carlos Rozansky en su art 250 y 250 ter que prevé que los niños deben declarar en audiencias preliminares, videograbadas, en ambientes adecuados a su edad, realizadas por un profesional especializado y con la presencia por punto electrónico de los profesionales de los servicios de justicia pertinentes. Siempre que no se reduzca a una única entrevista y siga los protocolos internacionales mas aceptados sobre las entrevistas de revelación de abuso sexual en los niños y niñas, creo que es un gran paso para evitar la exposición y revictimización del niño o la niña a cientos de entrevistas diagnósticas y forenses. Se trata, sin duda, de evitar crueldades en los procedimientos de la justicia ya que en la otra punta de la crueldad de la familia, tenemos la crueldad de la institucionalización del niño y de la niña criminalizada e criminalizante, vestigio actual de la política concentracionaria del patriarcado.
Por eso, des-sacralizando la familia buscamos lo mejor y nunca lucharemos por el retorno de lo peor. Nuestro objetivo consiste, entonces, en desmistificar la familia para dar importancia a otros vínculos de familiaridad en los cuales el niño y la niña puedan ser protegidos.
Por otra parte, la pós-modernidad ha incorporado a la ideología obscurantista del patriarcado, una parafernalia de técnicas e técnicos de última generación ofrecidos por el mercado. Tanto en los servicios de justicia como en la sociedad en su conjunto, las tesis mas reaccionarias que descalifican da palabra del niño, la niña y el adolescente, fundamentales al respeto del niño como sujeto de derechos y del deseo, se apoyan en supuestas nociones científicas de amplia divulgación mediática. Hace pocos años atrás, para una ideología patriarcal el niño siempre fantaseaba o mentía, ahora como habla muy bien, postulan que sufrió un lavado cerebral por parte de una madre maliciosa o un padre resentido.
Me refiero a esa aberración denominada Síndrome de Alienación Parental que es la base de la consideración de la denuncia de malos tratos, en especial el abuso sexual, como falsa y/o como producto de divorcios destructivos. Este Síndrome, de amplia divulgación mediática, consiste en afirmar que, fundamentalmente la madre, le puede lavar o cerebro al niño y volverlo un ventrílocuo de su discurso. Este síndrome desconoce que los malos tratos y el abuso sexual hace rato que dejaron de ser un síndrome porque no constituyen una enfermedad, ni transitan apenas por el campo de la Salud, siendo los indicadores parte de un diagnóstico psicosocial. Al mismo tiempo niega que hacer de un niño o una niña un ventrílocuo de la madre no es tan fácil, a menos que transitemos el complejo campo de los malos tratos emocionales, y finalmente desinforma del hecho de que el Síndrome de Alienación Parental, o SAP, fue rechazado como acientífico en todas las comunidades científicas donde el fallecido Gardner lo presentó, incluso en los mas altos tribunales de los E.E.U.U.
Consta que el SAP fue publicado por la propia editora de Gardner, que a la sazón se destacaba como especialista en declarar en los tribunales de justicia en los casos de divorcios destructivos. A través del mismo no sólo elaboró ese Síndrome como forma de discriminación contra la mujer, sino que, mucho mas que eso, descalificó la palabra del niño en aquello que mas lo califica en el proceso jurídico: el relato.
Lógicamente, todos nosotros sabemos que existen falsas denuncias de abuso sexual en el marco de divorcios destructivos, pero son consideradas en todas las investigaciones internacionales como unos 10% máximo del total de denuncias.
En la mas amplia investigación desarrollada en los USA en la década del 90 sobre 9.000 divorcios conflictivos apenas en 169 (3%) fue hecha una acusación de abuso sexual contra niños y de estos el 54% fue validado en el curso del proceso
[2]. Varios años después, siendo los niños ya adolescentes y pudiendo relatar los hechos traumáticos de su infancia, fue posible constatar que más del 30% de los casos que no habían sido validados por no llegar a conclusiones definitivas sobre el mismo, también habían sido verdaderos abusos.
El Síndrome de Alienación Parental invierte la proporción considerando que apenas 10% de las notificaciones y denuncias son válidas. Existe, inclusive en Río de Janeiro, ciudad donde desarrollo gran parte de mis trabajos, un libro publicado por una prestigiosa institución privada de psiquiatría y neurología infantil que afirma una estadística semejante de 80% de falsas denuncias sobre una muestra total de 10 casos aproximadamente. Esos 10 casos, lógicamente, consultaron esa institución y no otra por algún motivo, claro, que no es otro que el desculpabilizar al ofensor. Como vemos, muchos aceptan como verdad hasta estadísticas obtenidas por investigaciones que no soportan el menor rigor metodológico.
Siendo así, el SAP es un ejemplo, un analizador, como lo denominamos los analistas institucionales, de hipercodificación pós-moderna de fácil digestión comunicacional; nada es mas fácil que volver a considerar al niño apenas como un vaso vacío a llenar, una tabla rasa, como en el siglo XVIII, justificado por las supuestas nuevas “técnicas científicas”.
De alguna forma el SAP viene a sumarse a las hegemónicas posiciones ideológicas empiristas y adultomórficas, en especial en los servicios de justicia, que descalifican la propia semiótica de la infancia que se expresa a través del juego, del dibujo o del modelado, que pocas veces es legitimada como auténtica expresión de los traumas padecidos por los niños.
Pero las nuevas técnicas de captura pós-moderna del grito y de la angustia de las víctimas de malos tratos y de abuso sexual, no se reducen al SAP y a la adultoplastia de los niños. Lo mismo sucede con el tema de la resiliencia, que mencioné anteriormente. Producido para demostrar la capacidad humana de sobrevivir al trauma, objeto de extensos seminarios, congresos y textos, no pasa de una mas de las tantas justificaciones para desresponsabilizar al Estado para con toda la infancia y la adolescencia. Seria bueno que, en vez de medir el coeficiente de resiliencia, ver o coeficiente de inteligencia y oportunismo de quien defiende este tipo de gestión político-social y subjetiva de la infancia.
Ahora bien, desde las micropolíticas, esas prácticas que desarrollamos en los órganos administrativos, en los núcleos y servicios de la comunidad sea de la justicia, psicológicos o sociales, es que podemos de-construir mejor el quehacer de la crueldad que nos implica a todos. A ese respecto quería marcar dos cuestiones que, desde mi punto de vista son esenciales:
La primera tiene que ver con algo que ya mencioné en varios textos. Los agentes sociales, profesionales de diferentes disciplinas que trabajan en el campo de los malos tratos y el abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes siempre exclaman: Somos maltratados!
Maltratados por el Estado, por las autoridades, por la comunidad, etc, etc. Y es verdad, son, somos maltratados. Ejemplo de identificación inconsciente al objeto de trabajo, somos tan maltratados como los niños, niñas y adolescentes.
Las técnicas de esa crueldad son realmente interesantes porque van cambiando a medida que también lo hacen los regímenes políticos. Antes bastaba con excluir, negar, impedir o dejar vacios como para que las respuestas protectivas no tengan ningún soporte. Todavía recuerdo la frase famosa que todo Secretario de Desarrollo Social latinoamericano tenía como recurso para desmentir los malos tratos: “ SOLO TENGO PLATA PARA DARLE DE COMER A LOS CHICOS Y NO PARA PROGRAMAS DE PREVENCIÓN Y ATENCIÓN DE MALOS TRATOS AUNQUE SEAN NECESARIOS”. Una especie de ¿a quien querés más a mamá o a papá? y como era cierto que no tenían plata, teníamos que aceptar esa negación infantil como si fuese una verdad.
Hoy, gracias a la Ley 26061 existen técnicas de inclusión que consisten en privilegiar el tema, elogiar el trabajo, hasta jerarquizarlo, para después ir asfixiando el mismo despacito, cortando los pocos recursos económicos para los sistemas de protección hasta que mueran por su propio peso. A esto mi hermano lo bautizó Efecto Kursk, ese submarino nuclear soviético, orgullo de la marina, que, habiéndose hundido en aguas profundas, se fue quedando sin aire hasta que se murieron todos sus tripulantes. Eso es denominado vulgarmente precarización y apunta a que abandonemos la tarea, así como los niños abandonan la familia y prefieren la calle. La diferencia, claro está, es que nosotros tenemos voz aunque no siempre conseguimos que sea escuchada.
Los sistemas de crueldad, en especial desde o Estado son capaces de llevar al burn out a los profesionales y no preservan a nadie en nombre de la productividad y de la eficiencia imposible. Pero los programas sociales y las instituciones volcadas para esta noble tarea no son empresas y los niños apenas productos para llenar planillas Aquí vale la pena recordar la cuestión ética cuyo apoyo político-jurídico reside en la Ley. Los profesionales, ya sea de los servicios de justicia, de la asistencia social o la atención psicológíca , tanto del Estado como de las OSC, no estamos para ser castigados, sino para exigir que el Estado cumpla la ley. Amenazados, chantajeados y sobornados emocionalmente, es bueno recordar: nuestra ética solo puede protegernos desde la autogestión, como práctica solidaria y amiga, diferente de la gestión del mercado o del patriarcado
La segunda cuestión tiene que ver con el saber. El saber parece que está prohibido o restricto a cursos de capacitación de dudosa eficacia en la medida en que los participantes olvidan o reprimen lo que aprenden en la práctica cotidiana. El verdadero saber sobre los malos tratos y el abuso sexual merece tener el carácter de especializado, pero al mismo tiempo transita en la transversalidad entre las diferentes disciplinas , mucho mas todavía, en los sentimientos y en las transformaciones que la práctica cotidiana promueve en cada uno de nosotros .
La metamorfosis subjetiva de la cual habla Nietzsche en Así Hablaba Zaratustra, también atraviesa nuestro quehacer, dejando de ser apenas víctimas que protegen víctimas, para ser hombres y mujeres dispuestos a dar lo mejor de si para la protección de niños y adolescentes.
A respecto de ese saber transversal al cual me refiero, es bueno aclarar que no queda reducido a la interdisciplinaridad. Apunto mas allá de la misma, superando hasta la transdisciplinaridad como transformación subjetiva de los profesionales que transitan el saber y la experiencia traumática de escuchar a los traumatizados.
Quiero decir que el saber transversal implica a todos: profesionales de la salud, de la educación, de la protección social o de los servicios de justicia, pero también a los propios agentes sociales de la comunidad desde el portero de una escuela hasta un cura en una parroquia.
Esta transversalidad es la llave maestra de las micropolíticas destinadas a impedir los malos tratos contra niños y adolescentes. La transversalidad funciona como un espejo. En ella se reflejan las familias y los grupos. Significa la ruptura de instituídos donde el saber es dominio apenas de los que poseen doctorado. Y hablando de micropolíticas transversales me gustaría mencionar que la misma atraviesa municipios y provincias. Con efecto, los limites municipales, provinciales y nacionales, tanto políticos como geográficos, son una muy buena defensa para los agresores. El Síndrome de Munchaussen by proxy (por poder) es un ejemplo, ya que la madre maltratadora recorre todos los hospitales de diferentes municipios y provincias con su hijo maltratado para que no queden vestigios en la historia clínica del maltrato al niño o a la niña. Porque los sistemas de crueldad no tienen límites, aún más, transitan con gran facilidad en los limites, esos territorios fronterizos que son tierra de nadie.
Quiero decir que una micropolítica, a diferencia de una macropolítica, borra los límites entre los discursos de los especialistas, aunque debe ser conservado el saber especializado sobre los malos tratos, borra los límites entre lo legal y lo legítimo porque nadie puede esperar 6 meses hasta que una autoridad judicial determine una medida de protección, mientras la niña continua siendo abusada por un miembro de la familia, así como borra los limites municipales, provinciales y nacionales, ya que la crueldad es la misma en un barrio de clase alta o media o en cualquier villa miseria de Buenos Aires. Con esto reafirmo que lo legítimo no significa una trasgresión a la Ley sino que fija los limites de las micropolíticas establecidos por la ética de los equipos de trabajo, por la responsabilidad del Estado para con ellos y, lógicamente, por el compromiso de los profesionales con la Convención Internacional de Derechos del Niño.
Estas micropolíticas tienen una condición fundamental: la confianza entre quienes las ejercen. Confianza basada en la solidaridad de los profesionales y agentes sociales implicados y en la amistad de los que luchan por la causa de los niños y adolescentes.
Yo siempre pensé que, cuando la confianza o la amistad son dañadas, ese es el inicio del burn out. Burn out que resulta un correlato del contramovimento denominado Back Lash, pero que también expresa nuestra propia debilidad como movimiento destinado a la protección de los derechos vulnerados por los malos tratos.
Permitan que de un ejemplo:
Un grupo de trabajo pertenciente a una O.S.C comenzó a realizar un trabajo grupal com famílias violentas. Nos llamaron para “capacitarlos” en esa tarea, una de las más difíciles sin duda. Las personas que formaban parte del grupo que hizo la demanda estaban entusiasmados con el proyecto y la posibilidad, pero al tercer encuentro con los profesionales, mencionamos que para hacer un grupo con familias violentas, era necesario comenzar por ver las diferencias presentes en el grupo de coordinadores que se encargarían de esos grupos
Esto es llamado en el institucionalismo de análisis de la implicación, sea consciente o inconsciente del equipo que va a actuar, condición esencial para el comienzo de toda tarea en ese campo.
Fue allí que comenzaron los obstáculos, algunos situados en la práctica confesional, porque era una OSC perteneciente a una corriente religiosa, otros en la restricción que ponía el Estado por lo que les pagaban 3 o 4 meses después de comenzar a trabajar, la intensa burocracia que los obligaba a llenar planillas que solo terminaban sirviendo como papel higiénico, y hasta la extrangeridad del equipo de supervisores que no pertenecían al territorio geográfico y confesional.
¿Para que sirven entonces las micropolíticas?
Para dar cuenta de estos obstáculos en la práctica cotidiana volviéndolos ventajas, en la medida que permiten procesar un campo de diferencias y de ruptura de narcisismos mesiánicos en los propios agentes sociales. Esto es fundamental a la hora de encarar un grupo de familias violentas, donde precisamente las diferencias son abolidas, y donde el grupo de operadores sociales va a funcionar precisamente como un espejo para esas familias.
En caso de que no pongamos en tensión nuestro propio grupo de trabajo, su ideología y sus sentimientos frente a la institución a la cual pertenecemos, ¿como podemos pretender dar cuenta de la violencia familiar?
Este tipo de cuestión solo puede ser considerada como relevante a nivel de las micropolíticas, de los pequeños grupos de trabajo procesando permanentemente el lugar de las diferencias.
Las macropolítcas, por el contrario, tienen características molares y pueden indicar un trayecto, pero nunca pueden articular los meandros de ese trayecto que son, desde mi punto de vista, la llama viva del trabajo que realizamos.
Un dispositivo muy interesante desarrollado en varios países es el de trabajar sobre los noviazgos violentos entre los adolescentes como sucede en algunos centros de la Capital Federal.
Bueno, noviazgo es un decir, yo prefiero llamarlos de parejas violentas, porque la última novia o novio que conozco tienen aproximadamente unos 30 años. Pero también puede ser un ejemplo de micropolítica destinada a cortar el circuito de la violencia. Doy este ejemplo apenas para señalar que las micropolíticas son creativas y no dependen apenas de la inteligencia y capacidad vertical del próximo Secretario de la Infancia, sino de la gestión transversal de los colectivos dedicados a esta tarea.
Finalmente; hablé de confianza entre los agentes sociales que transitan en este campo sea desde el trabajo social, los servicios de justicia o la psicología. También existe una otra confianza: en nuestra gestión. Esta confianza nunca será una gracia concedida, muy por el contrario, es un producto de nuestra implicación, nuestros conocimientos e ignorancias, así como de nuestros actos.
Es una confianza conquistada en base a una o dos generaciones de profesionales que trabajaron, estudiaron y se dedicaron a la causa de los niños y adolescentes. El patriarcado, así como el mercado, dejaron y aún dejan sus marcas crueles en los corazones y mentes de los niños, niñas y adolescentes, pero también nuestra gestión tiene un lugar en esa historia, dejando marcas indelebles de libertad y humanidad.

[1] Con datos obtenidos entre 2001 a 2006 por los Núcleos de Atención a Niños y Adolescentes de Nova Iguaçu y Duque de Caxias. Rio de Janeiro. Convenio Sobepi-FIA
[2] Faller, Kathleen. En Abuso Sexual en la Infancia 3 – Volnovich, Jorge Comp. y autor Edit. Lumen . Buenos Aires,

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