sábado, 28 de marzo de 2009

¿Qué es un trabajador de la Salud Mental?

En la última reunión del lunes 16 de marzose planteó un interesante y confuso debate: ¿Qué es un TSM?
Descubrimos que hay neuropsicólogos que se consideran por fuera de este agrupamiento y abogados que se sienten dentro. Esta confusión de los límites es un primer logro de la preparación de las jornadas. Ahora comencemos a precisar.
Podemos colocar nuestra opinión sobre el tema en los comentarios. ¿Qué es un trabajador de la Salud Mental?

¿Cuantos soms los trabajadores de salud mental en Vicente López?

Es necesario que sepamos cuantos somos. Hasta donde hemos avanzado hoy estos son los números (sujetos a revisión y planteados para ser revisados):

Dirección de Atención Primaria
37
Educación
23
Niñez
25
Defensa Civil
2
Adolescencia
3
Juventud
4
Psicopatología HVL
15
Hospital Santa Rosa
2
Rehabilitación
15
Mujer
13

Total hasta ahora
139

Además es importante saber si hay colegas no rentados (hoy tenemos una altísima tasa de rentados lo que es un orgullo en al ámbito público) y que paradigmas son los que rigen su tarea, dentro del amplio arco que va del organicismo al tratamiento por la palabra. Y cuál es la profesión de cada uno.

Si tienen precisiones o correcciones haganlos en este post.

Texto del Dr. Galende (Invitado al Panel Final de las Jorandas)

Los problemas de la salud mental se han expandido, su complejidad se ha hecho evidente por sí misma. De lo que se trata hoy va más allá del asilo, las cadenas, el encierro, el adoctrinamiento simbólico por la institución de la psiquiatría. El encierro, la contención y el disciplinamiento mismo pueden dejar de ser necesarios si la ideología psiquiátrica positivista logra imponerse definiendo la condición de “paciente” como ajena al dominio de la experiencia humana con sentido. Si la ansiedad, la tristeza profunda, la imposibilidad de conciliar el sueño, la inquietud y desatención de los niños, las obsesiones y las dudas que afectan a mujeres y hombres de nuestro tiempo son aceptadas como enfermedades y pasibles de su tratamiento por medios técnicos artificiales, esta psiquiatría positivista habrá finalmente consumado sus objetivos, ahora por medios menos violentos con los que persiguió este mismo objetivo en el siglo XIX y en los manicomios actuales. Si se logra definir que estas emociones y sentimientos humanos son “procesos patológicos”, no importa tanto si se lo atribuye al cerebro, a lo medioambiental o a la sociedad, nadie podrá en su sano juicio pedirle a la gente común que no trate de librarse de él por medio de algún remedio.
D. Ingleby señala: “La psiquiatría carga sobre sí misma la responsabilidad del dolor y la frustración de las personas; confisca sus problemas, los redefine como ‘enfermedades’ y (con suerte) extermina los síntomas. Venid a mí, todos los que trabajáis y estáis sobrecargados y yo os daré... olvido. A medida que este aparato se perfeccione, más y más se aleja hacia el futuro el objetivo de una sociedad verdaderamente adecuada para que en ella vivan los seres humanos”.
Desandar la enorme mistificación de la vida y sus padecimientos que los códigos de la psiquiatría han edificado en sus doscientos años de existencia, agregando la nueva fuerza y los enormes recursos económicos que le aporta su sociedad innegable con la industria farmacéutica no resulta tarea sencilla. Pero cabe confiar que este poder exacerbado actualmente, esta nueva hegemonía del antiguo positivismo, como nos lo enseña la historia, está a la vez anunciando su decadencia y su imposibilidad de respuesta a lo esencial del sentir y el pensar del hombre.
En la situación en que estamos hoy en el campo de la salud mental, es ineludible preguntarnos acerca de por qué razones la gran conmoción intelectual y política de los años sesenta, que cuestionó y puso en crisis todo el edificio doctrinario y práctico de la psiquiatría positivista y de la institución asilar, desde su saber, su metodología, su estilo intelectual de conocimiento, que llevaron a un replanteo de sus prácticas diagnósticas y sus tratamientos, no logró detener esta tendencia histórica a la recaída en el antiguo positivismo biológico. Reconocemos que en muchos países, especialmente de Europa, este período dio lugar a grandes reformas en los sistemas de atención, el cierre de hospitales psiquiátricos y su reemplazo por servicios comunitarios, el vuelco de la atención al primer nivel del sistema de salud y la inclusión de otros profesionales en las prácticas del sector (psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, etc.). No ocurrió así en los países llamados periféricos, que manteniendo lo esencial del modelo asilar fueron mucho más rápidamente aptos para la instalación de esta nueva medicalización de la vida. Si bien la crisis de los años sesenta estaba planteada en la psiquiatría y la institución asilar, abarcó y tuvo impacto en el conjunto de las ciencias humanas. La deconstrucción de la institución psiquiátrica develó al mismo tiempo los juegos entre el poder de las disciplinas, su papel como aparatos ideológicos (Althusser), su función social de disciplinamiento y control (Foucault). El develamiento de un mismo régimen de “institución total” mostrado por Goffman en el hospital psiquiátrico, la cárcel, los institutos de menores, se constituyó en un nuevo indicador para comprender la función sobre la subjetividad de este poder institucional. Las convincentes demostraciones de Foucault en relación con las formas del saber y su relación con la dominación, capaces de generar formas de subjetividad con la marca de la disciplina, que llevaron a conceptos hoy vigentes en las ciencias sociales como el de “institucionalización” y “producción subjetiva”. La emergencia de un nuevo modo de comprender por el cual se devela que las teorías no son reflejo de ninguna realidad objetiva sino constructoras de su objeto, surgido en estos años y hoy reconocido en todas las disciplinas humanísticas. La crítica al positivismo en la medicina y en el campo de la salud, que influyó y hoy sostiene mucho de los movimientos de Salud Colectiva. El retorno a la compresión de la subjetividad como agente a la vez no autónomo ni consciente de su propia producción, que inspira (especialmente por influencia del psicoanálisis) muchas de las teorías sociales y políticas vigentes.
Todos estos cambios intelectuales se dieron en forma conjunta mostrando lo fecundo de aquellos nuevos principios de la crítica, que ponían sobre la escena social a los grandes críticos de la razón moderna, Marx, Nietzsche, Freud, cita obligada en toda la producción de una nueva cultura intelectual. Los movimientos críticos de la psiquiatría formaron parte de este giro en los modos de pensar y hacer, uniendo a una racionalidad crítica la defensa de los derechos humanos, el cuestionamiento al autoritarismo de la disciplina, la función ideológica que cumplía la institucionalización. Especialmente los llamados movimientos de la antipsiquiatría (Laing, Cooper, Basaglia, Castel, Szasz) y también de otros que, sin la oposición antipsiquiátrica, se propusieron desarrollar una nueva interpretación del sufrimiento mental en relación con la cultura y la vida social (Marcuse, Sayers, Wing, Brown, Ingleby, Fanon, Sennet, Esterson, Mannoni, Busfierd, etc.)
Es probable que no haya una única respuesta a esta situación, de hecho queda la pregunta ya formulada de cuánto los cambios en la cultura de estos años han influido, han hecho más funcionales a los criterios de la psiquiatría las creencias y los comportamientos prácticos de las personas. Quiero al menos intentar una respuesta, enfocando uno de los nuevos poderes en este campo, me refiero a la industria farmacéutica. Poder no desestimable si tenemos en cuenta que (en 2004) vendió cerca de seiscientos mil millones de dólares y que la producción y venta de psicofármacos, rubro medio hasta los años ochenta, alcanza en los últimos años los primeros puestos entre la venta general de medicamentos.
Está claro que este nuevo mercado no puede dejar de proteger e incrementar sus intereses económicos, y estos intereses vienen de la mano de la investigación científica. Está claro que de ninguna manera cuestiono el valor de la investigación y la ayuda financiera de la industria a esta investigación, ni tampoco desconozco el valor de alivio que estos nuevos psicofármacos significan para muchas personas; lo que trato de comprender es el funcionamiento social real de este poder económico en el campo de la salud mental. Hubo en estos años al menos tres procesos, relativamente nuevos para el campo de la salud mental, que tenían antecedentes, aun cuando en menor escala, en la medicina general. En primer lugar, la industria aplica enormes recursos económicos a la investigación neurobiológica y genética, en gran parte dirigidos a la producción de nuevas moléculas químicas; un noventa por ciento de la investigación actual en este sector está financiada por la misma industria, en laboratorios propios, financiando universidades y laboratorios privados. Es obvio que la producción científica está direccionada a la producción de conocimientos en el cual se alimenta hoy gran parte del saber de los psiquiatras. En segundo lugar, desde hace años, bajo el eslogan de la “década del cerebro”, la industria desarrolla una política amplia de difusión, dirigida a crear y fortalecer el mercado para sus productos. Estos objetivos se dirigen en dos direcciones. Por un lado, a través de medios masivos de comunicación: periódicos, revistas, televisión, noticieros, documentales en cine, etc., en los cuales se anuncian periódicamente nuevos descubrimientos “científicos” sobre el comportamiento humano y sus malestares, e indica que la “ciencia está tras ellos” para combatirlos: pronto estará el anuncio del nuevo remedio (ver la campaña por el alprazolan en Estados Unidos, luego por la foxetina, últimamente por el Viagra). Por otra parte, una política similar de propaganda se dirige al sector profesional (que es el que en definitiva vende estos productos): artículos en revistas científicas, publicación de nuevos estudios, financiando libros y revistas, organizando simposios donde se exponen los nuevos productos y sus beneficios, financiando la realización de congresos. Gran parte de la literatura científica actual sobre las neurociencias y la aplicación de fármacos en psiquiatría proviene de esta industria. En tercer lugar, asistimos, como parte de esta política, a una nueva asociación entre la industria farmacéutica y las corporaciones de los especialistas. Por esta asociación la industria financia la realización de congresos, las publicaciones de las asociaciones profesionales, viajes de placer, jornadas especiales sobre un nuevo producto, etc. Quienes asisten últimamente a estos congresos podrán observar que su montaje es progresivamente más dependiente de los laboratorios y sus criterios de comercialización que de los criterios científicos de la disciplina. Muchas de estas actividades están dirigidas a promover determinados liderazgos científicos entre profesionales más aptos para plegarse a los objetivos comerciales de la industria. En su conjunto, todas estas acciones convergen para potenciar la medicalización, generar la ilusión de que para cada malestar de la existencia tendremos el remedio adecuado para eliminarlo, sin necesidad de detenernos en preguntarnos por sus razones. Es tal la magnitud de este nuevo poder, y de esta asociación con las corporaciones profesionales, que recientemente se está promoviendo en el ámbito legislativo en Estados Unidos una ley para limitar y controlar esta relación económica entre industria y profesionales.
* Fragmento del libro Psicofármacos y salud mental. La ilusión de no ser, de reciente aparición (Lugar Editorial). Publicado en Página12

Reunión de Enero 2009

En Enero realizamos una reunión preliminar y dos más en marzo. En la primera de las reuniones del año ajustamos algunos temas a través del siguiente texto:

¿Por qué tomarse el trabajo de realizar unas Jornadas, con todo el trabajo que tenemos, con la gran demanda de atención, con todos los huecos que hay que cubrir cotidianamente.
Es obvio que realizar unas jornadas demanda tiempo y trabajo y, justamente por eso, ¿por qué hacerlas?
Precisamente por todo lo dicho.
En las reuniones de equipos, en las charlas con colegas, en las comunicaciones para derivar, en los encuentros de zona 5°, un tema es reincidente en su contenido y molesto en su forma: la queja por las falencias del sistema.
Para no extendernos en detalles, hay algunos puntos de lo dicho que se pueden señalar:
1) Somos muchos pero estamos desarticulados, ni siquiera nos conocemos, no sabemos bien que incumbencias tiene cada institución, que trayectoria o formación cada colega, no sabemos su nombre ni conocemos su cara.
2) Nos quejamos, sobre todo cuando el agua nos llega al cuello, pero no elaboramos teórica y técnicamente, respuestas y salidas prácticas para ofrecer a quienes toman las decisiones.
3) Llegado el momento de elaboración teórica, en congresos y jornadas se vuelve una y otra vez al caso clínico exitoso, a la experiencia replicable: a lo positivo de nuestra práctica.
4) Y sin embargo la literatura profesional cada vez mas incluye (con poca precisión es verdad) la referencia social e institucional.
Ahora tenemos la posibilidad de conocernos, intercambiar y producir. Y hacerlo no a través de lo que hacemos (siempre proclive al entuerto narcisista) sino de los que más nos une: lo que falta.
Lo que falta es un segundo nivel de salud mental: tenemos un amplio espectro de modalidades de atención ambulatoria, generales o especializadas. Pero no hay como responder si la consulta ambulatoria y periódica no es lo adecuado.
Pensemos lo que sucede ante un brote, una emergencia, una situación cronificada, etc. etc.
Pensemos también que no conocemos al colega al que le derivamos un paciente o le pedimos alguna solución.
Pensemos que no sabemos cual es la dimensión real de la oferta de respuestas en salud mental del municipio: ni cuantitativa ni cualitativamente.
Pensemos que podemos dejar eso en manos de otros, pero…. ¿Porque tomaríamos esa decisión alienante si nuestro trabajo con los pacientes apunta en sentido contrario?
De tal manera que una jornada puede ser una excelente excusa, si se quiere, para varias cosas:
1) Conocernos, lo que podemos hacer a través de estas reuniones, compartiendo correos electrónicos, teléfonos, celulares. Realizando una prejornada en el mes de junio. Además conocernos es una forma de darnos a conocer.
2) Precisarnos, saber a ciencia cierta cual es la dimensión cuantitativa de nuestro trabajo. Precisar cuantos somos, cuantos pacientes tratamos, cuantos de ellos requieren otros dispositivos, que tipo de estructura laboral nos engloba, etc.
3) Explicarnos, a nosotros y de esa forma a los demás, que dispositivos son necesarios y para que son necesarios, si queremos un sistema de salud mental menos deficitario. Elaborar teóricamente que tiene que ver la subjetividad y la demanda social.
4) Incorporar a esa reflexión elaboraciones novedosas, por lo que podemos pensar los panelistas en función de la creatividad e innovación respecto a los problemas que tenemos: como la invitación a la lic. Inés Rosbaco (investigadora sobre la producción de subjetividad en los barrios marginales a través de la educación, autora de “El desnutrido escolar”) y del Dr. Emiliano Galende (prestigioso profesional que acaba de editar “Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser”)
5) El comité organizador es el que debe motorizar esta tarea. Quedan 8 meses.

Memorando de la convocartoria

Memorando:
Fecha: 15 de septiembre de 2008
De: Coordinación de Salud Mental Atención Primaria
Para: Dirección de Atención Primaria
Objeto:
Proponer la realización de las Primeras Jornadas de Salud Mental de la Municipalidad de Vicente López. Teniendo en cuenta las reuniones periódicas que la coordinación de Salud mental de la región 5° ha convocado a largo de este año, los comunes problemas que se han planteado en ella, la propuesta de un Centro de Día para resolver en el ámbito del partido una de las problemáticas más acuciantes de la salud mental y la necesidad del trabajo y la elaboración en equipo, nos ha hecho pensar en la propuesta de un encuentro de producción en común de los distintos efectores de la MVL invitando a los colegas de la región. De allí la necesidad de la convocatoria conjunta, y la elección del nombre de la convocatoria. Seguros que la elaboración común genera un salto en calidad, perceptible en respuestas nuevas a viejos problemas irresueltos, hacemos la siguiente propuesta para comenzar su organización:

Convocatoria: “Salud mental: articulaciones y dispositivos”
Objetivo:
Promover y servir de anfitriones a un debate sobre los diversos dispositivos utilizados en la salud mental en general y especialmente en el ámbito de la salud publica, su interrelación y coordinación, su reconocimiento-desconocimiento, y las propuestas renovadoras existentes. A la vez que realizar en acto, a través de los profesionales intervinientes la ampliación de las experiencias por la vía del debate y elaboración conjuntos. Desde cada uno de los servicios y equipos del municipio, aportar experiencias y conclusiones sobre las articulaciones existentes y las requeridas y necesarias. Desde los otros municipios de la región sanitaria 5° de la PBA, recibir diversas modalidades de articulación y construir a la vez la red provincial de servicio y atención que la población necesita.
Fecha Septiembre del 2009
Duración: Una jornada desde las 8:30 hasta las 14
Modalidad 4 mesas de trabajos libres (admitidos por la comisión científica del evento) y un panel final convocando a colegas de reconocida trayectoria y experiencia en el tema.
Lugar: A designar
Invitados: Los referentes de los servicios de los otros municipios y profesionales con trayectoria en el tema de la implicancia salud publica y mental.
Comisión organizadora:
Atención Primaria: Lic. Y. Gómez, Lic. N. Armentano, Lic. M. F. Gamallo, Lic. R. Maldonado