miércoles, 10 de junio de 2009

Primer afiche de las Jornadas




lunes, 18 de mayo de 2009

Modalidad de las Jornadas

Cronograma:
8 hs.
Acreditación.
8:45 hs.
Mesas A y B de trabajos libres (3 trabajos de 15´ y 30´ de debate en cada una)
10 hs.
Intermedio 30´
10:30hs.
Mesas C y D de trabajos libres (3 trabajos de 15´ y 30´ de debate en cada una)
11:45 hs.
Intermedio 15´
12 hs.
Palabras de las autoridades.
12:30 hs.
Panel de cierre con Inés Rosbaco, Jorge Volnovich y Emiliano Galende. (30´cada panelista y 30´de debate)
Entrega de certificados: 14.30 hs.
Las mesas A y C se realizarían en el Aula 4 (40 asistentes) y las B y D en el Aula Magna. A las 12 horas se reunirían los dos grupos en el Aula Magna (125 asientos) para el resto de las actividades.
Trabajos libres.
De una extensión no mayor de 6000 caracteres, entregados en soporte electrónico, la fecha límite para el abstract (500 caracteres) es el 24 de julio, para la presentación del trabajo final es el 11 de setiembre en ambos casos a las 12 hs.
La presentación de trabajos referidos a la convocatoria de la jornada -“Articulaciones y dispositivos”- se podrán agrupar en dos temáticas:
Derivación y dispositivos de crisis y de cronicidad: Elaboraciones acerca de las incumbencias de cada sector, de la articulación con otros y de las modalidades para que ese mecanismo se optimice. Elaboraciones sobre dispositivos necesarios para la crisis aguda y para la cronicidad que contemplen el pasaje de unos a otros, y su justificación teórica
Lugar de la Salud Mental, identidad y singularidad: Elaboraciones sobre el lugar de lo singular en el marco de lo público, sobre identidad, segregación, universalidad, participación. Elaboraciones sobre nuestra propia situación, tomando en cuenta que el pensamiento del último cuarto del siglo XX ha profundizado los interrogantes sobre la relaciones entre cuerpo, lenguaje, verdad y poder. Y esas preguntas atraviesan inevitablemente, nuestra práctica.

Los panelistas

Dr. Emiliano Galende
Médico Cirujano (Universidad Nacional del Litoral) y Médico Especialista en Psiquiatría.
Director de la Maestría "Salud Mental Comunitaria" Universidad Nacional de LanúsMiembro del Comité Académico de la “Maestría en Trabajo Social” Facultad de Trabajo Social – Universidad Nacional de Entre Ríos.
Director de la Carrera de Especialización en salud Mental Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús.
Coordinador del Doctorado Internacional en Salud Mental Comunitaria, Universidad Nacional de Lanús y Red MARISTAN (Universidades de Londres, de Granada, Nova de Lisboa, Mayor de San Simón Bolivia, Federal de Porto Alegre y de Concepción de Chile)
Miembro de equipo de la Investigación Multicéntrica Red MARISTAN, sobre Atención de enfermos esquizofrénicos de larga permanencia en la comunidad. Director del Proyecto de Investigación “ Necesidades y Cuidados en pacientes afectados de psicosis de larga evolución, en cinco Provincias Argentinas (San Luis, Neuquén, Santa Fe, Tucumán y Río Negro)”
Miembro de la Comisión de Expertos de la Oficina Panamericana de la Salud (O.P.S./O.M.S.) para el Programa de Atención Comunitaria del Paciente Psicótico (PCTP)
Autor entre otros de Psiquiatría y Sociedad (1975), Psicoanálisis y Salud Metal (1989), De un horizonte incierto (1997) y Psicofármacos y Salud Mental (2008)

Dr. Jorge Volnovich
Médico, psicoanalista de niños y adolescentes, analista institucional. Nacido en Buenos Aires y formado en la UBA en 1972, vivió exilado en Brasil entre 1978 y 1989. Allí fundó el Centro de Estudios del Psicoanálisis de Niños, en Río de Janeiro, y el Centro de Estudios Psicoanalíticos de Espíritu Santo.
En la actualidad, es director interinstitucional de la Sociedade Brasileira de Estudos e Pesquisas da Infância (SOBEPI), con sede en Río de Janeiro, Brasil; vicepresidente de ASAPMI (Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-Juvenil), y Supervisor clínico de los Servicios de Niñez y Adolescencia (SANA) de la Municipalidad de Morón, provincia de Buenos Aires, Argentina. Fue además supervisor del Programa de Violencia y Abuso Sexual contra Niños y Adolescentes de la FIA, Estado de Río de Janeiro, Brasil.
Ha desarrollado intensas tareas docentes y de asesoría en diferentes instituciones argentinas: el Hospital de Niños, el Hospital Israelita, el Hospital Zubizarreta, APDI, la Fundación Vivir y Crecer, y el Consejo del Menor y la Familia.
Entre sus libros, podemos mencionar: Lecciones introductorias al psicoanálisis de niños, La psicosis en el niño y Los cómplices del silencio. Es también coautor y compilador de Grupos, infancia y subjetividad, Abuso sexual en la infancia: El quehacer y la ética, Abuso sexual en la infancia 2: Campo de análisis e intervención y Abuso sexual en la infancia 3: La revictimización.

Dra. Inés Rosbaco
Doctorada en Psicología y profesora de psicología en la UNR. Profesora titular en la carrera de de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades y Artes e Investigadora del Consejo de Investigaciones de la UNR.
Miembro del Servicio de Asistencia Educativa de la Municipalidad de San Lorenzo. Autora de El desnutrido escolar (1999)

En el camino de la desubjetivación: El desnutrido escolar (Lic. Inés Rosbaco)

Cuando un niño es expulsado del circuito escolar, no sólo es privado de su derecho a escolarizarse sino que, además, es despojado de los elementos y condiciones imprescindibles para constituirse en sujeto social.
El fracaso escolar produce efectos de desubjetivación que profundizan la devastación subjetiva que suelen padecer los niños socialmente marginados. La desubjetivación es entendida por S. Duschatzky y C. Corea (2002/2004, p. 38) como aquello que hace referencia a «una posición de impotencia, a la percepción de no poder hacer nada diferente de lo que se presenta». No hay cabida para ellos en el seno de la sociedad, como tampoco la hay para sus padres, desocupados en su gran mayoría, desalojados de los escenarios públicos.
Cuando un niño es excluido del circuito escolar también corre el riesgo de ser desalojado de los escenarios públicos. Sin estos espacios, no es posible la constitución subjetiva. Los factores que intervienen en dichos procesos de exclusión son complejos y múltiples pero, sin lugar a dudas, la escuela contribuye notoriamente a conformarlos.
Lenguajes diferentes
En trabajos anteriores (2000, 2002, 2004), hemos sostenido que existe un cortocircuito entre la lógica de los sistemas de pensamiento, del lenguaje, de los valores, de las costumbres y normativas de los niños marginados y los que la escuela transmite del arbitrario cultural. El arbitrario cultural se conforma con aquellos códigos, normas, pautas y contenidos que la escuela reproduce en el sistema escolar (Bourdieu y Passeron, 1995). Los niños marginados constituyen sus frágiles subjetividades en contextos socio-culturales que poseen modos propios de habla, como así también costumbres y valores, estructuras de acción y hasta de percepción que son particulares de cada grupo humano. Muchas veces, la escuela borra esas diferencias que son estructurantes de las subjetividades de los niños porque son la «estofa» con que se han constituido como sujetos. Cuando los pequeños sujetos ingresan al circuito escolar suelen colapsar ante aquello que les resulta excesivamente diferente de lo conocido por ellos.
Valga la siguiente anécdota como ejemplo de los lenguajes diferentes que suelen tener estos niños respecto del lenguaje que circula en la escuela. Luego de la hora del reparto de bizcochos (con la leche), un niño muy pobre le tiró por la cabeza a un compañero su bizcocho. La docente a cargo lo apercibió mientras la supervisora observaba la escena. Llamó su atención que el otro niño tomara el bizcocho sin inmutarse siquiera, sin dar señal de enojo alguno, frente a la supuesta agresión recibida. El presunto agresor, al ser interrogado respondió sorprendido: «Se lo di porque yo sabía que él tenía mucho hambre». Llegado a este punto de su relato, la supervisora me aclaró que «entre ellos se entienden», aludiendo a los malos entendidos que suelen originarse a diario en las escuelas.
La escuela interpreta los decires y las conductas de estos niños desde la cultura hegemónica, haciendo abstracción del lugar -desde dónde-, de los modos y para quién se enuncian esos decires de los niños marginados. Es frecuente escuchar la queja docente de que los niños marginados son muy callados, que no prestan atención, que «no tienen interés en la clase». En sus barrios corretean, se divierten con sus amigos y ¡hasta son «charlatanes»! Pero, ¿qué mutación sufren cuando ingresan a la escuela que se tornan irreconocibles? Muchos de estos niños caen presos de inhibiciones cognitivas cuando no verbales.
Una cultura propia
En nuestro trabajo, hemos observado que, frecuentemente, la escuela se les presenta como algo inalcanzable; muchas veces son invadidos por un profundo temor. No saben con qué se van a encontrar en ese ambiente tan desconocido como enigmático para ellos. No deberíamos desestimar estas diferencias, que suelen ser profundas, en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando las diferencias se borran puede producirse una falla en la función subjetivante que tiene el docente en tanto sujeto y adulto que es. Entendemos por función subjetivante a la función del sujeto-docente capaz de posicionar a un sujeto-niño, desde la singularidad que caracteriza a ambos, frente al conocimiento, a la autoridad, a los adultos en general y a los pares. El sujeto niño es un sujeto de la cultura que desea, que piensa, que sufre y siente placer, que tiene una historia sociolibidinal que lo constituye como tal. Es decir, son portadores de afectos y de una historia atravesada por su cultura de origen. Por ejemplo, muchos niños pertenecen a familias en las que estaría muy mal visto que cuando el padre les habla o los reta, ellos mantuvieran la mirada en alto, pues se interpretaría como una impertinencia por parte del niño. Aprenden desde niños a «bajar la cabeza» frente a la autoridad. Cuando los sujetos son expulsados del tejido social, la cultura «mamada» otrora, se desconfigura y pierde su fuerza constitutiva. Los sujetos adultos transmiten a sus hijos una cultura que, con el transcurrir del tiempo y la profundización de la crisis social, se distorsiona y empobrece.
El alejamiento de la cultura hegemónica, junto con el empobrecimiento de los procesos de simbolización, desdibuja la aspiración a ideales nuevos. Así encontramos niños que se «dejan vivir» pasivamente en el transcurrir de sus días, al igual que sus padres desempleados. Tienen serias dificultades para construir ideales que les permitan proyectarse hacia un futuro. El mundo se les presenta como estático, inmodificable. Si estos niños encuentran en la escuela adultos que mantengan la dignidad que brinda el reconocimiento social de su labor, con una alta autoestima, que se brinden a los niños favoreciendo su constitución subjetiva a través de los ideales que pueden transmitirles del arbitrario cultural, los niños marginados tendrán la ocasión e encontrar un lugar propicio para su constitución como sujetos sociales.
La identidad
No desconocemos que hoy en día esta tarea es difícil para los docentes Sin embargo, estoy convencida de que cuanto más conozcan sobre las subjetividades de sus alumnos, más herramientas tendrán a su disposición para mejorar la calidad de su trabajo, lo que les puede retornar como dignidad profesional. Por ejemplo, para el tratamiento de la diversidad, es importante resaltar las diferencias que tienen los niños que pertenecen a diferentes sectores sociales. Muchas veces se desestiman los diferentes modos de estructurar los esquemas de percepción y acción, los diferentes modos de habla y pensamiento que poseen las diferentes clases y sectores sociales, lo cual contribuye al fracaso de sus prácticas que les incrementa el sentimiento de impotencia- a la vez que el fracaso de los niños que, cuanto mayor es su distancia cultural del arbitrario de la escuela, más discriminados se sienten. En vez de generarse lazos de confianza, de solidaridad, de complicidad entre pares -autorizados por el adulto con la convicción dada por la experiencia de intercambio de que, solamente con otros y a través de los otros, el sujeto se enriquece, se agudiza la desconfianza hasta extremos tales como que el niño deja de hablar cuando el adulto está presente y ve en sus pares, solamente enemigos potenciales de los cuales, muchas veces, no sabe cómo defenderse. El tema amerita el trabajo de otras aristas de la agresión entre niños, pero por ahora, nos interesa destacar el aspecto de la desconfianza hacia el otro que les obtura la posibilidad de transformar a ese otro en prójimo. El prójimo es mi semejante pero a la vez es diferente de mí. El fracaso de la constitución del prójimo lleva a decir a Ana Quiroga (1998, p. 76): «Esta ausencia de pensamiento autónomo en los niños, esta fragmentación se hace también manifiesta en los que no pueden transitar la respuesta supuestamente adecuada, adaptada, pero que encuentran, ante la imposibilidad de simbolizar y elaborar su angustia, su frustración y su ira, la descarga en la acción violenta, en una búsqueda incesante de calmar su pánico a través de la aniquilación de la fuente de ansiedad. Ésta es buscada y desplazada en forma permanente. El otro, los otros, son su enemigo. La violencia sin sentido, presente en nuestra cotidianidad, tiene una de sus causas en ese proceso».
Como ya he señalado, los procesos de desubjetivación se relacionan con el sentimiento de impotencia, de «no poder» transformar la situación de encerrona en la que se halla el sujeto y, ocurre que estos procesos son coextensivos al sentimiento de desconfianza básica hacia el otro social.
El siguiente ejemplo intenta dar cuenta de los procesos de ruptura de contratos sociales y su impacto en las familias:
Diego tiene 14 años. Lo deriva la docente porque «es muy contestador cuando le llamo la atención. Ya no sé qué límites ponerle. Se enloquece si le hago notar sus errores». En la primera entrevista Diego, con modales muy suaves, ratifica que es contestador, pero aclara que «sólo con la seño porque me da bronca». Se produce un largo silencio interrumpido por un estallido de llanto cuando pregunto: «¿Tu papá trabaja?» Se cubre la cara con las manos y se recuesta sobre el escritorio, dos formas de esquivar mi mirada. «¡Cómo no voy a estar con bronca si mi papá no tiene ni para comprarme los útiles!», dice angustiado con la cara tapada. «¡La señorita me pide, me pide, pero papá no puede! Por eso le contesto mal.» La madre comenta que esto no ocurría antes. Cuenta cómo se fue rompiendo el contrato matrimonial que asignaba los roles al hombre y a la mujer: «Cuando nos casamos todo era muy distinto. Mi marido era un hombre muy trabajador. Teníamos una hermosa familia. Yo dejé de trabajar como empleada doméstica y me dediqué a la casa y a criar a los niños. Él traía todos los meses su sueldo que, aunque no era mucho, nos alcanzaba para comer bien. ¡Si lo viera ahora! Anda todo el día con sus amigos, en el bar ¿vio?, casi ni nos hablamos, se ha vuelto silencioso y a veces parece que le molesta que le hable. Yo he vuelto a trabajar en casas de familia, por hora nomás porque no se consigue día entero. Él se pone como loco cuando me voy pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Los niños tienen que comer e ir a la escuela, ¿no?» Diego es un adolescente con mirada esquiva, aterrada, atrapado entre un yo ideal de un tiempo pasado que, ante referentes de padres tan vulnerables, denuncia la angustia de su porvenir amenazado: clama por útiles, demanda recursos para procurarse un ideal. ¿Dónde encontrarlos?
El desnutrido escolar
En los niños que hemos denominado desnutridos escolares (Rosbaco, 2000) «es frecuente encontrar dos rasgos que sobresalen: se trata de niños portadores de una desconfianza radical hacia el otro y de un rostro con vergüenza; vergüenza heredada de padres que han perdido la autoestima y la dignidad que da el sentirse humano. Hombres que padecen un quiebre de sus ideales y de sus proyectos de vida ante la pérdida de dignidad que da el trabajo y el lazo laboral, y que la transmiten a sus hijos. Por su parte, éstos fracasaron en sus expectativas, pues habían deseado escolarizarse y la escuela los excluyó, simbólica o físicamente -con reiteradas repitencias-, en el primer caso; -enviándolos a escuelas especiales o remitiéndolos a sus familias-, en el segundo. En ese cruce histórico y actual de fracasos, los niños con este tipo de experiencias resignifican las vergüenzas heredadas de sus padres, quienes las asocian a pérdidas de ideales, a sentimientos de defraudación hacia el otro social, de compromiso asumido y no cumplido y, es entonces, cuando el fracaso se vuelve trauma» (Rosbaco, 2003, p. 9).
Se trata de niños que quedan a la deriva, sin soportes identificatorios para la construcción de ideales que les permitan transformar el yo ideal, tan estrechamente ligado a la inmediatez, a destinos cerrados, sentenciados a la repetición, para poder abrirse al placer que otorga la esperanza de una «vida en perspectiva».
El fracaso escolar produce, en ese movimiento desubjetivante, un desinvestimento del objeto. A medida que el niño reincide en sus fracasos, se socavan las identificaciones por él construidas; en algunos niños hasta pueden producir sentimientos de extrañeza. En estos casos puede ocurrir que nada de la escuela les sea familiar y su identidad se encuentre vulnerada. Luego de reiteradas experiencias frustrantes, no hallan en la escuela aspectos significativos con los cuales identificarse. Todo les resulta «demasiado» diferente, no pueden reconocerse en las propuestas de aquélla. Uno de los temas que reviste más importancia en los procesos de desubjetivación de los niños marginados radica en la pérdida de referentes culturales, entre los que reviste un carácter imprescindible para la estructuración psíquica el referente adulto como donador de la cultura y de las matrices que constituyen la subjetividad, quien se ofrece como un identificante. Es por eso que, hoy más que nunca, es importantísimo que el docente conserve este lugar desde el cual pueda subjetivar a los pequeños sujetos, haciendo hincapié en un trabajo que abra a la posibilidad de imaginar otros mundos posibles, que ayude a instaurar en medio del desierto, la esperanza de un oasis, es decir, un proyecto de vida . Nos hacemos eco del pensamiento de Pichon Rivière en palabras de Ana Quiroga (1998, p. 63) cuando dice: «PROYECTO, ese proyecto que es sostén interno, que otorga sentido al presente y al futuro, que permite resignificar el pasado. Hagámoslo desde este posicionamiento y desde una actitud y un sólido saber y compromiso que permita nuevamente, sostener la esperanza».
Rescatar y recuperar la potencialidad de la escuela Mi propuesta consiste en rescatar, en recuperar, las potencialidades enormes que tiene la escuela, intentando producir en los docentes reflexiones y conocimiento sobre la subjetividad de los niños marginados. Insistimos: la escuela es el espacio público por excelencia que está al alcance de los niños para que éstos se lo apropien, y en ese acto/proceso se constituyan como sujetos sociales en la medida en que sean capaces de «subirse al tren» del arbitrario cultural.
¿Por qué sostenemos que es necesario esto? Porque cualquier cultura sólidamente construida es estructurante del sujeto. Nuestros niños marginados, que han perdido los referentes culturales, pueden fortalecer sus frágiles subjetividades al apropiarse de la cultura hegemónica, que posee la dialéctica de tener una capacidad identificante y estructurante a la vez que opresora. En este sentido, la aprehensión de la cultura hegemónica, acercándonos al pensamiento psicoanalítico y freireano, constituye una poderosa herramienta para que estos niños se inserten en el sistema educativo hoy, se constituyan como sujetos sociales y, en un mañana, puedan transformarlo en un mundo que no los margine, que no los oprima.
Bibliografía
[1] BOURDIEU P. y PASSERON J. C., La reproducción, Editorial Laia, México, 1979/1996.
[1] DUSCHATZKY S. y COREA C., Chicos en banda, Paidós, Buenos Aires, 2002/2004.
[1] QUIROGA A., «Crisis, procesos sociales, sujeto y grupo», Ediciones Cinco, Buenos Aires, 1998.
[1] ROSBACO I. C., El desnutrido escolar. Dificultades de aprendizaje en contextos urbanos complejos, Homo Sapiens, Rosario, 2000.
[1] ROSBACO I. C., «El deseo de aprender: un antídoto al fracaso escolar», en: Carreras, M.y otros, La escuela: una segunda oportunidad frente a la exclusión, Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 2002.
[1] ROSBACO I. C., «Constitución del pensamiento relativamente autónomo: incidencia de la estructura narrativa», tesis doctoral, 2004.
[1] VEGH I., Enlaces y desenlaces del prójimo, Paidós, Buenos Aires, 2002. noviembre 2004-enero 2005

miércoles, 8 de abril de 2009

"La faz oscura de la infancia" (de Jorge Volnovich, panelista de la jormada)

En el campo da prevención y atención de niños, niñas y adolescentes víctimas de malos tratos y abuso sexual, voy a hablar de micropolíticas públicas, lo que implica definir una posición ideológica y una oposición de hecho a las macropolíticas tejidas por los gobiernos y gobernantes de este nuevo milenio.
Posición que valoriza las acciones micromoleculares desarrolladas por las instituciones y grupos, tanto del Estado como de la sociedad civil, así como las pequeñas acciones desarrolladas en la cotidianeidad del barrio ,de la comunidad o de la familia, sede esta última, del mayor número de malos tratos y abusos. En efecto, la crueldad contra los niños está instalada en el quehacer diario, naturalizada, negada y solo una fuerte ideología anti-patriarcal que deje de mistificar a la familia y al mercado impedirá que a los niños se los discipline golpeándolos como animalitos salvajes o continúen siendo abusados como juguetes eróticos de consumo, tanto en la familia, en las escuelas, en los clubes, así como en los medios de comunicación, en especial la televisión.
Oposición que es más un pasaje a un segundo plano de las macropolíticas que, desde el Estado, las organizaciones civiles y religiosas, tanto nacionales como internacionales muestran todo lo que hacen por los niños, pero esconden la faz oscura de la infancia y de la adolescencia, en aquello que los socio-analistas denominamos efecto vitrina, por el cual cuanto más algo brilla, mas existe algo para esconder. Producen ese efecto haciendo brillar hasta el horror, verdadero culto siniestro al voyeurismo público, forma hiperreal de esconder lo que realmente sucede con los malos tratos.
Una anécdota: hace varios años en un Congreso da Bolívia sobre el tema, una importante institución internacional de gran prestigio presentó, con gran impacto, una piba de unos trece años que contó sus experiencias trágicas de vida, y como había sido rescatada de los malos tratos, del abuso sexual y de la indigencia. ¿Por que sentí un cierto mal estar por la exposición de la chica? Nunca fue extraño en los años 60 o 70 que, en congresos de ese tipo, alguien presente un niño o un adolescente para mostrar los beneficios de los valores del individualismo capitalista, el “self made child” sobre la masificación comunista, y luego, posteriormente a la caída del Muro de Berlín, para mostrar el milagro de la resiliencia, por la cual una niña podía atravesar situaciones traumáticas límites y sobrevivir a las mismas. Luego comprendí que mi malestar se debía el hecho a que la niña, brillando en una vitrina internacional, solo estaba siendo expuesta para justificar la existencia de la institución y de todas las instituciones que, ya sea desde el Estado, religiosas o de la sociedad civil, precisan de un palco lleno de niños y niñas que han superado el maltrato, la vulnerabilidad o la marginalidad para justificar su propia existencia. Tesis que desarrolló suficientemente Foucault, que postuló que no son necesarios médicos porque existen enfermos, sino que son necesarios enfermos porque existen médicos. De la misma forma, no son necesarias instituciones para cuidar de la infancia desamparada y vulnerada sino que es necesario producir niños desamparados para justificar la existencia de estas instituciones.
Sé que lo que digo es duro, mucho más considerando la carencia de servicios adecuados y especializados para la prevención y atención de niños, niñas y adolescentes objeto de malos tratos y por el esfuerzo que comparto con muchos amigos y colegas por instituirlos venciendo las resistencia del Estado y de la sociedad, pero, para ser coherentes con todo lo que enseñamos, es bueno tener en cuenta que cortar el círculo de violencia comienza en la propia casa.
Es mas, el ejemplo del cual les acabo de hablar demuestra que hoy habría que agregar al pensamiento de Foucault que en esta postmodernidad no basta con producir, además es necesario exhibir. Contradicción que se nos plantea ya que el principio básico que nortea nuestra práctica en el campo de los malos tratos nos lleva a prevenirlo y atenderlo a través de la ruptura del Muro de Silencio creado por la familia privada a su alrededor. No se debe callar, es cierto, ahora bien, como evitamos que el hablar sea capturado para ser exhibido por red telecomunicacionales nacionales e internacionales
Los malos tratos contra niños, niñas y adolescentes son hijos de la crueldad, dije, primero del patriarcado, luego del mercado, ahora por los dos juntos en el mercopatriarcado. Crueldad naturalizada en disciplina antes, en el consumo después. Negación que envuelve hasta las propias estructuras del Estado que niegan su existencia y apenas cuando los niños y adolescentes se vuelven delincuentes o prostitutas comienzan a clamar por mecanismos de contención social. Negación que concierne hasta simples investigaciones de prevalencia - total de casos que existen hoy, independientemente del momento en que fueron iniciados- a través de las cuales sabríamos, por ejemplo que, antes de los 16 anos, mas del 50 % de los abusos sexuales y malos tratos son practicados por hermanos biológicos mayores en los menores como lo demuestran las investigaciones internacionales (Allard-Dansereau, Haley, Hamane y Bernard-Bonnin, 1997).
Cosas de hermanos, juegos de niños, encubren el hecho de que la crueldad está desplazando su eje de asimetría entre adultos y niños para la violencia de niños contra niños. No por casualidad el bullying constituye hoy uno de los motivos principales de preocupación en las escuelas, porque los mecanismos de segregación en una sociedad donde lo virtual y lo real son la misma cosa, llevan a que cualquier niño, sintiéndose discriminado tanto en la escuela como en la casa, pase a destruir a su enemigo efectivamente, sea amiguito, profesora o testigo ocasional.
Esta postmodernidad ha terminado con el niño de “Que verde era mi valle” en donde el patriarcado enseñaba a los niños a defenderse de los ultrajes recibidos a través de los golpes y sin adultos en el medio. Hoy los golpes han sido sustituidos por emboscadas y armas de fuego de grueso calibre y los adultos deben intervenir muertos de miedo para evitar las tragedias tan naturalizadas en el famoso “ juego de niños”.
Esto no significa abogar por un neo moralismo como en el siglo XVIII, ya que sería imposible negar la sexualidad infantil o el hecho de que exista el goce de la crueldad entre los pibes, sino que obliga a que la sociedad tome una posición sobre la segregación desde el jardín de infantes y hasta antes del mismo.
Esta es una evidencia mas de que en nuestra época está cambiando el paradigma do los malos tratos contra los niños, niñas y adolescentes tanto en la calidad como en la intensidad de los mismos. En efecto, la violencia del golpe está, cada vez mas, siendo substituida por los malos tratos emocionales y la negligencia, mientras que los malos tratos que observamos todos los días, cada vez adoptan formas mas graves
Por consiguiente, en una sociedad pós-moderna como la nuestra, tenemos que aceptar la paradoja por la cual, existiendo una legislación sofisticada y justa como la Convención Internacional de Derechos del Niño que sirve de marco a las legislaciones nacionales de los Estados Parte , al mismo tiempo nunca hubo tanta violencia o prostitución infantil, mayor todavía que en el siglo XIX.
Entre otras cosas es necesario que también mencionemos, hablando de micropolíticas que, las legislaciones de los Estados Parte tienen su fundamento en la Convención y no al contrario, porque Dios no es brasilero, ni argentino, y mucho menos norteamericano, que todavía continua siendo el único país en el mundo en no adherir a la Convención Internacional de Derechos del Niño. Y cuando aluden a las dificultades de la propia estructura jurídica norteamericana, es bueno recordar que los derechos humanos del cual la Convención es tributaria, son de todo el mundo no solo los nuestros, eso sin contar que la propia Convención no es el Talmud y varios años después, tal vez haya varias cosas que deberían ser revisadas, en especial en los capítulos que se refieren a la infancia maltratada. Estoy diciendo esto porque la mistificación, resulta uno de los instrumentos más importantes de las macropolíticas para dominar y explotar la infancia y a adolescencia.
Las micropolíticas, a su vez, nos enfrentan con otras realidades tales como el hecho de que más del 60% de los malos tratos son practicados por las madres de los niños, idealizadas como “sagradas” en el aforismo “la cachetada de la madre es por amor"
[1] Estas madres son mujeres que trabajan el día entero, muchas veces sostienen el hogar sin ayuda de ningún hombre en los casos de familias monoparentales, y sufren en el trabajo, en la calle y hasta en los territorios comunicacionales la discriminación de ser mujeres. Esas madres también pueden tornar sus hijos objetos de malos tratos.
La cuestión entonces es que tanto la sagrada familia como la madre sagrada han dejado de ser espacios de consistencia y protección para pasar muchas veces a ser lugares de abandono y crueldad. Lo mismo sucede con la escuela, el club, la iglesia o a asistencia social. És verdad, con demasiada frecuencia las víctimas temen mucho mas a quien quiere ayudarla que al agresor.
¿No resulta entonces, una verdadera revictimización del niño, objeto de malos tratos, condenarlo a volver para su família que lo trata con crueldad, sin ninguna ayuda o soporte por parte del Estado, y aún con ese soporte, sin las garantías emocionales que no sean “es la madre que tiene” o es el padre que tiene”? .
Hablando de revictimización quiero manifestar públicamente mi apoyo a la reforma al Código Procesal Penal Argentino de autoría del Juez Carlos Rozansky en su art 250 y 250 ter que prevé que los niños deben declarar en audiencias preliminares, videograbadas, en ambientes adecuados a su edad, realizadas por un profesional especializado y con la presencia por punto electrónico de los profesionales de los servicios de justicia pertinentes. Siempre que no se reduzca a una única entrevista y siga los protocolos internacionales mas aceptados sobre las entrevistas de revelación de abuso sexual en los niños y niñas, creo que es un gran paso para evitar la exposición y revictimización del niño o la niña a cientos de entrevistas diagnósticas y forenses. Se trata, sin duda, de evitar crueldades en los procedimientos de la justicia ya que en la otra punta de la crueldad de la familia, tenemos la crueldad de la institucionalización del niño y de la niña criminalizada e criminalizante, vestigio actual de la política concentracionaria del patriarcado.
Por eso, des-sacralizando la familia buscamos lo mejor y nunca lucharemos por el retorno de lo peor. Nuestro objetivo consiste, entonces, en desmistificar la familia para dar importancia a otros vínculos de familiaridad en los cuales el niño y la niña puedan ser protegidos.
Por otra parte, la pós-modernidad ha incorporado a la ideología obscurantista del patriarcado, una parafernalia de técnicas e técnicos de última generación ofrecidos por el mercado. Tanto en los servicios de justicia como en la sociedad en su conjunto, las tesis mas reaccionarias que descalifican da palabra del niño, la niña y el adolescente, fundamentales al respeto del niño como sujeto de derechos y del deseo, se apoyan en supuestas nociones científicas de amplia divulgación mediática. Hace pocos años atrás, para una ideología patriarcal el niño siempre fantaseaba o mentía, ahora como habla muy bien, postulan que sufrió un lavado cerebral por parte de una madre maliciosa o un padre resentido.
Me refiero a esa aberración denominada Síndrome de Alienación Parental que es la base de la consideración de la denuncia de malos tratos, en especial el abuso sexual, como falsa y/o como producto de divorcios destructivos. Este Síndrome, de amplia divulgación mediática, consiste en afirmar que, fundamentalmente la madre, le puede lavar o cerebro al niño y volverlo un ventrílocuo de su discurso. Este síndrome desconoce que los malos tratos y el abuso sexual hace rato que dejaron de ser un síndrome porque no constituyen una enfermedad, ni transitan apenas por el campo de la Salud, siendo los indicadores parte de un diagnóstico psicosocial. Al mismo tiempo niega que hacer de un niño o una niña un ventrílocuo de la madre no es tan fácil, a menos que transitemos el complejo campo de los malos tratos emocionales, y finalmente desinforma del hecho de que el Síndrome de Alienación Parental, o SAP, fue rechazado como acientífico en todas las comunidades científicas donde el fallecido Gardner lo presentó, incluso en los mas altos tribunales de los E.E.U.U.
Consta que el SAP fue publicado por la propia editora de Gardner, que a la sazón se destacaba como especialista en declarar en los tribunales de justicia en los casos de divorcios destructivos. A través del mismo no sólo elaboró ese Síndrome como forma de discriminación contra la mujer, sino que, mucho mas que eso, descalificó la palabra del niño en aquello que mas lo califica en el proceso jurídico: el relato.
Lógicamente, todos nosotros sabemos que existen falsas denuncias de abuso sexual en el marco de divorcios destructivos, pero son consideradas en todas las investigaciones internacionales como unos 10% máximo del total de denuncias.
En la mas amplia investigación desarrollada en los USA en la década del 90 sobre 9.000 divorcios conflictivos apenas en 169 (3%) fue hecha una acusación de abuso sexual contra niños y de estos el 54% fue validado en el curso del proceso
[2]. Varios años después, siendo los niños ya adolescentes y pudiendo relatar los hechos traumáticos de su infancia, fue posible constatar que más del 30% de los casos que no habían sido validados por no llegar a conclusiones definitivas sobre el mismo, también habían sido verdaderos abusos.
El Síndrome de Alienación Parental invierte la proporción considerando que apenas 10% de las notificaciones y denuncias son válidas. Existe, inclusive en Río de Janeiro, ciudad donde desarrollo gran parte de mis trabajos, un libro publicado por una prestigiosa institución privada de psiquiatría y neurología infantil que afirma una estadística semejante de 80% de falsas denuncias sobre una muestra total de 10 casos aproximadamente. Esos 10 casos, lógicamente, consultaron esa institución y no otra por algún motivo, claro, que no es otro que el desculpabilizar al ofensor. Como vemos, muchos aceptan como verdad hasta estadísticas obtenidas por investigaciones que no soportan el menor rigor metodológico.
Siendo así, el SAP es un ejemplo, un analizador, como lo denominamos los analistas institucionales, de hipercodificación pós-moderna de fácil digestión comunicacional; nada es mas fácil que volver a considerar al niño apenas como un vaso vacío a llenar, una tabla rasa, como en el siglo XVIII, justificado por las supuestas nuevas “técnicas científicas”.
De alguna forma el SAP viene a sumarse a las hegemónicas posiciones ideológicas empiristas y adultomórficas, en especial en los servicios de justicia, que descalifican la propia semiótica de la infancia que se expresa a través del juego, del dibujo o del modelado, que pocas veces es legitimada como auténtica expresión de los traumas padecidos por los niños.
Pero las nuevas técnicas de captura pós-moderna del grito y de la angustia de las víctimas de malos tratos y de abuso sexual, no se reducen al SAP y a la adultoplastia de los niños. Lo mismo sucede con el tema de la resiliencia, que mencioné anteriormente. Producido para demostrar la capacidad humana de sobrevivir al trauma, objeto de extensos seminarios, congresos y textos, no pasa de una mas de las tantas justificaciones para desresponsabilizar al Estado para con toda la infancia y la adolescencia. Seria bueno que, en vez de medir el coeficiente de resiliencia, ver o coeficiente de inteligencia y oportunismo de quien defiende este tipo de gestión político-social y subjetiva de la infancia.
Ahora bien, desde las micropolíticas, esas prácticas que desarrollamos en los órganos administrativos, en los núcleos y servicios de la comunidad sea de la justicia, psicológicos o sociales, es que podemos de-construir mejor el quehacer de la crueldad que nos implica a todos. A ese respecto quería marcar dos cuestiones que, desde mi punto de vista son esenciales:
La primera tiene que ver con algo que ya mencioné en varios textos. Los agentes sociales, profesionales de diferentes disciplinas que trabajan en el campo de los malos tratos y el abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes siempre exclaman: Somos maltratados!
Maltratados por el Estado, por las autoridades, por la comunidad, etc, etc. Y es verdad, son, somos maltratados. Ejemplo de identificación inconsciente al objeto de trabajo, somos tan maltratados como los niños, niñas y adolescentes.
Las técnicas de esa crueldad son realmente interesantes porque van cambiando a medida que también lo hacen los regímenes políticos. Antes bastaba con excluir, negar, impedir o dejar vacios como para que las respuestas protectivas no tengan ningún soporte. Todavía recuerdo la frase famosa que todo Secretario de Desarrollo Social latinoamericano tenía como recurso para desmentir los malos tratos: “ SOLO TENGO PLATA PARA DARLE DE COMER A LOS CHICOS Y NO PARA PROGRAMAS DE PREVENCIÓN Y ATENCIÓN DE MALOS TRATOS AUNQUE SEAN NECESARIOS”. Una especie de ¿a quien querés más a mamá o a papá? y como era cierto que no tenían plata, teníamos que aceptar esa negación infantil como si fuese una verdad.
Hoy, gracias a la Ley 26061 existen técnicas de inclusión que consisten en privilegiar el tema, elogiar el trabajo, hasta jerarquizarlo, para después ir asfixiando el mismo despacito, cortando los pocos recursos económicos para los sistemas de protección hasta que mueran por su propio peso. A esto mi hermano lo bautizó Efecto Kursk, ese submarino nuclear soviético, orgullo de la marina, que, habiéndose hundido en aguas profundas, se fue quedando sin aire hasta que se murieron todos sus tripulantes. Eso es denominado vulgarmente precarización y apunta a que abandonemos la tarea, así como los niños abandonan la familia y prefieren la calle. La diferencia, claro está, es que nosotros tenemos voz aunque no siempre conseguimos que sea escuchada.
Los sistemas de crueldad, en especial desde o Estado son capaces de llevar al burn out a los profesionales y no preservan a nadie en nombre de la productividad y de la eficiencia imposible. Pero los programas sociales y las instituciones volcadas para esta noble tarea no son empresas y los niños apenas productos para llenar planillas Aquí vale la pena recordar la cuestión ética cuyo apoyo político-jurídico reside en la Ley. Los profesionales, ya sea de los servicios de justicia, de la asistencia social o la atención psicológíca , tanto del Estado como de las OSC, no estamos para ser castigados, sino para exigir que el Estado cumpla la ley. Amenazados, chantajeados y sobornados emocionalmente, es bueno recordar: nuestra ética solo puede protegernos desde la autogestión, como práctica solidaria y amiga, diferente de la gestión del mercado o del patriarcado
La segunda cuestión tiene que ver con el saber. El saber parece que está prohibido o restricto a cursos de capacitación de dudosa eficacia en la medida en que los participantes olvidan o reprimen lo que aprenden en la práctica cotidiana. El verdadero saber sobre los malos tratos y el abuso sexual merece tener el carácter de especializado, pero al mismo tiempo transita en la transversalidad entre las diferentes disciplinas , mucho mas todavía, en los sentimientos y en las transformaciones que la práctica cotidiana promueve en cada uno de nosotros .
La metamorfosis subjetiva de la cual habla Nietzsche en Así Hablaba Zaratustra, también atraviesa nuestro quehacer, dejando de ser apenas víctimas que protegen víctimas, para ser hombres y mujeres dispuestos a dar lo mejor de si para la protección de niños y adolescentes.
A respecto de ese saber transversal al cual me refiero, es bueno aclarar que no queda reducido a la interdisciplinaridad. Apunto mas allá de la misma, superando hasta la transdisciplinaridad como transformación subjetiva de los profesionales que transitan el saber y la experiencia traumática de escuchar a los traumatizados.
Quiero decir que el saber transversal implica a todos: profesionales de la salud, de la educación, de la protección social o de los servicios de justicia, pero también a los propios agentes sociales de la comunidad desde el portero de una escuela hasta un cura en una parroquia.
Esta transversalidad es la llave maestra de las micropolíticas destinadas a impedir los malos tratos contra niños y adolescentes. La transversalidad funciona como un espejo. En ella se reflejan las familias y los grupos. Significa la ruptura de instituídos donde el saber es dominio apenas de los que poseen doctorado. Y hablando de micropolíticas transversales me gustaría mencionar que la misma atraviesa municipios y provincias. Con efecto, los limites municipales, provinciales y nacionales, tanto políticos como geográficos, son una muy buena defensa para los agresores. El Síndrome de Munchaussen by proxy (por poder) es un ejemplo, ya que la madre maltratadora recorre todos los hospitales de diferentes municipios y provincias con su hijo maltratado para que no queden vestigios en la historia clínica del maltrato al niño o a la niña. Porque los sistemas de crueldad no tienen límites, aún más, transitan con gran facilidad en los limites, esos territorios fronterizos que son tierra de nadie.
Quiero decir que una micropolítica, a diferencia de una macropolítica, borra los límites entre los discursos de los especialistas, aunque debe ser conservado el saber especializado sobre los malos tratos, borra los límites entre lo legal y lo legítimo porque nadie puede esperar 6 meses hasta que una autoridad judicial determine una medida de protección, mientras la niña continua siendo abusada por un miembro de la familia, así como borra los limites municipales, provinciales y nacionales, ya que la crueldad es la misma en un barrio de clase alta o media o en cualquier villa miseria de Buenos Aires. Con esto reafirmo que lo legítimo no significa una trasgresión a la Ley sino que fija los limites de las micropolíticas establecidos por la ética de los equipos de trabajo, por la responsabilidad del Estado para con ellos y, lógicamente, por el compromiso de los profesionales con la Convención Internacional de Derechos del Niño.
Estas micropolíticas tienen una condición fundamental: la confianza entre quienes las ejercen. Confianza basada en la solidaridad de los profesionales y agentes sociales implicados y en la amistad de los que luchan por la causa de los niños y adolescentes.
Yo siempre pensé que, cuando la confianza o la amistad son dañadas, ese es el inicio del burn out. Burn out que resulta un correlato del contramovimento denominado Back Lash, pero que también expresa nuestra propia debilidad como movimiento destinado a la protección de los derechos vulnerados por los malos tratos.
Permitan que de un ejemplo:
Un grupo de trabajo pertenciente a una O.S.C comenzó a realizar un trabajo grupal com famílias violentas. Nos llamaron para “capacitarlos” en esa tarea, una de las más difíciles sin duda. Las personas que formaban parte del grupo que hizo la demanda estaban entusiasmados con el proyecto y la posibilidad, pero al tercer encuentro con los profesionales, mencionamos que para hacer un grupo con familias violentas, era necesario comenzar por ver las diferencias presentes en el grupo de coordinadores que se encargarían de esos grupos
Esto es llamado en el institucionalismo de análisis de la implicación, sea consciente o inconsciente del equipo que va a actuar, condición esencial para el comienzo de toda tarea en ese campo.
Fue allí que comenzaron los obstáculos, algunos situados en la práctica confesional, porque era una OSC perteneciente a una corriente religiosa, otros en la restricción que ponía el Estado por lo que les pagaban 3 o 4 meses después de comenzar a trabajar, la intensa burocracia que los obligaba a llenar planillas que solo terminaban sirviendo como papel higiénico, y hasta la extrangeridad del equipo de supervisores que no pertenecían al territorio geográfico y confesional.
¿Para que sirven entonces las micropolíticas?
Para dar cuenta de estos obstáculos en la práctica cotidiana volviéndolos ventajas, en la medida que permiten procesar un campo de diferencias y de ruptura de narcisismos mesiánicos en los propios agentes sociales. Esto es fundamental a la hora de encarar un grupo de familias violentas, donde precisamente las diferencias son abolidas, y donde el grupo de operadores sociales va a funcionar precisamente como un espejo para esas familias.
En caso de que no pongamos en tensión nuestro propio grupo de trabajo, su ideología y sus sentimientos frente a la institución a la cual pertenecemos, ¿como podemos pretender dar cuenta de la violencia familiar?
Este tipo de cuestión solo puede ser considerada como relevante a nivel de las micropolíticas, de los pequeños grupos de trabajo procesando permanentemente el lugar de las diferencias.
Las macropolítcas, por el contrario, tienen características molares y pueden indicar un trayecto, pero nunca pueden articular los meandros de ese trayecto que son, desde mi punto de vista, la llama viva del trabajo que realizamos.
Un dispositivo muy interesante desarrollado en varios países es el de trabajar sobre los noviazgos violentos entre los adolescentes como sucede en algunos centros de la Capital Federal.
Bueno, noviazgo es un decir, yo prefiero llamarlos de parejas violentas, porque la última novia o novio que conozco tienen aproximadamente unos 30 años. Pero también puede ser un ejemplo de micropolítica destinada a cortar el circuito de la violencia. Doy este ejemplo apenas para señalar que las micropolíticas son creativas y no dependen apenas de la inteligencia y capacidad vertical del próximo Secretario de la Infancia, sino de la gestión transversal de los colectivos dedicados a esta tarea.
Finalmente; hablé de confianza entre los agentes sociales que transitan en este campo sea desde el trabajo social, los servicios de justicia o la psicología. También existe una otra confianza: en nuestra gestión. Esta confianza nunca será una gracia concedida, muy por el contrario, es un producto de nuestra implicación, nuestros conocimientos e ignorancias, así como de nuestros actos.
Es una confianza conquistada en base a una o dos generaciones de profesionales que trabajaron, estudiaron y se dedicaron a la causa de los niños y adolescentes. El patriarcado, así como el mercado, dejaron y aún dejan sus marcas crueles en los corazones y mentes de los niños, niñas y adolescentes, pero también nuestra gestión tiene un lugar en esa historia, dejando marcas indelebles de libertad y humanidad.

[1] Con datos obtenidos entre 2001 a 2006 por los Núcleos de Atención a Niños y Adolescentes de Nova Iguaçu y Duque de Caxias. Rio de Janeiro. Convenio Sobepi-FIA
[2] Faller, Kathleen. En Abuso Sexual en la Infancia 3 – Volnovich, Jorge Comp. y autor Edit. Lumen . Buenos Aires,

jueves, 2 de abril de 2009

Las preguntas se amplían: ¿Qué es un psicoanalista?

En la reunión de Equipo de Salud Mental de Atencion Primaria se discutió el siguiente texto de la Lic. Adriana Rubinstein: Modos de aplicación del psicoanálisis:
Luego de algunos trabajos que tratan de cernir las diferencias entre psicoanálisis y psicoterapia el tema es encarado nuevamente por Miller de un modo esclarecedor, tomando como punto de partida al “psicoanálisis como práctica”, y destacando que la confusión verdaderamente importante, “es la que en nombre de la terapéutica, confunde lo que es psicoanálisis y lo que no lo es” y que ”Lo que hace falta es que el psicoanálisis aplicado a la terapéutica siga siendo psicoanálisis”. El peso de la distinción puro y aplicado pasa entonces a ser secundario, incluso “no esencial” respecto de la oposición principal de ambos con la psicoterapia.
Dada la complejidad del tema podrían precisarse entonces modos de aplicación del psicoanálisis teniendo en cuenta las condiciones en que éste se aplique, las demandas de que se trate y si funciona o no funciona el discurso analítico:
Podríamos ordenar las cosas de esta manera:
a. Si partimos de las condiciones del encuentro con un psicoanalista a partir de una demanda terapéutica (una consulta con un psicoanalista no precisada como demanda de análisis) habrá casos en que dicho encuentro se mantenga en el marco de las entrevistas preliminares sin que el tipo de demanda o la posición del sujeto den lugar a la instalación del discurso analítico en su forma más pura. Podríamos incluir aquí los casos a los que hace referencia Miller en “Las contraindicaciones al tratamiento analítico”
. Hay analista, pero no discurso analítico. Y no se trata de psicoterapia. No está asegurado “el oro puro del psicoanálisis” pero se mantiene lo esencial: la operación el deseo el analista. Es un modo de psicoanálisis aplicado, dentro del dispositivo pero sin entrada en análisis. Esto requiere pensar qué hay de analítico en las entrevistas preliminares y con modalidades de la demanda que rechazan el inconsciente
b. Habrá otros casos en que en cambio podrá instalarse el discurso analítico. Sería éste un modo de aplicación en el que la diferencia entre puro y aplicado se reduce: sería psicoanálisis en sentido propio, tal como Lacan lo emplea cuando dice “El psicoanálisis sólo se aplica, en sentido propio, como tratamiento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y oye.” Pero sería puro si por puro consideramos el funcionamiento del discurso analítico. Son esos casos que llevan a reflexionar sobre la conveniencia de no llamarlo aplicado ya que se trata de psicoanálisis.
Aquí se nos borran las diferencias y se hace necesaria otra distinción. ¿A qué llamamos psicoanálisis puro? Quizás tengamos que diferenciar por lo menos dos alcances del término: puro en tanto funciona el discurso analítico y puro en tanto el análisis ha llegado a su fin y es posible investigar sus resultados. No siempre que se instale el discurso analítico está asegurado que el proceso llegará hasta su fin.
En esta dirección entonces, puede ser útil reducir el valor que la diferencia “puro” o “aplicado” tiene en el seno mismo de la experiencia analítica si entendemos por puro el funcionamiento del discurso, pero mantener su valor a los fines de estudio e investigación en el seno de la escuela en el dispositivo del pase a fin de interrogar el final del análisis y el deseo del analista.
c. Por último serían también modos de psicoanálisis aplicado aquellas intervenciones producidas por fuera del dispositivo analítico e incluso por fuera de condiciones terapéuticas. Intervenciones en guardia, en interconsultas, en escuelas, en juzgados y en todas aquellas condiciones en que por fuera del discurso analítico el analista pueda hacer lugar a la singularidad del sujeto, aun cuando no se trate de la iniciación de un análisis. Una referencia importante para estas aplicaciones la encuentro en El seminario 17 en una cita que ayuda a pensar la posición del analista en el psicoanálisis en extensión y en su relación con otros campos del saber. Allí plantea que no es el psicoanálisis lo que puede servir para una encuesta etnográfica. Pero afirma “para tener tal vez una pequeña posibilidad de hacer una encuesta etnográfica acertada, es preciso, lo repito, no proceder por medio del psicoanálisis, sino tal vez ser un psicoanalista, si es que eso existe”.
Hay algo común a todas estas aplicaciones En todas ellas hay psicoanalista y algo de su deseo operando en la producción de un sujeto. Puede no haber discurso analítico pero si hay psicoanalista, la intervención será sin duda diferente a la del psicoterapeuta o a formas de intervención que desconocen al sujeto en su enunciación y que de un modo u otro contribuyen a la objetivación y al desconocimiento del síntoma como lo más singular de cada uno, buscando la adaptación
Psicoanálisis puro y psicoanálisis aplicado son psicoanálisis
Volvamos al campo de la experiencia. La distinción entre psicoanálisis puro y aplicado no es un “a priori”. No se ofrece a unos psicoanálisis puro y a otros aplicado, se ofrece psicoanálisis o al menos, un encuentro con un analista y se verá, après coup, hasta dónde es posible llegar en el recorrido de saber, en cada caso, una vez que se ha puesto en marcha el pivote de la transferencia.
Todo análisis, puro o aplicado comienza por un síntoma, o por un padecimiento. Tiene que haber algo que empuje, una demanda. No se inicia un análisis para formarse y otro para curarse y aun el deseo de advenir analista tiene que ser analizado. Por otro lado, también al concluir un análisis en su forma más pura se constatan efectos terapéuticos
Los alcances de cada cura dependen tanto de la posición del analista como de la posición subjetiva del que consulta. El deseo del analista se presenta como condición de la experiencia, pero no actúa en el vacío ni en condiciones ideales y deberá tener como punto de partida la modalidad y las condiciones de la demanda. En cada caso el analista se sitúa con la versatilidad necesaria para producir las intervenciones que dicho caso requiera.
Pero será psicoanálisis si conserva lo esencial.
Psicoanálisis no es psicoterapia
¿Qué es entonces lo esencial?
Pondré el acento en el deseo y la posición del analista y en la orientación que sostiene su praxis. El encuentro con un analista y con su deseo abre la oportunidad de que la respuesta a la demanda se oriente en dirección al saber inconsciente y a las condiciones singulares del goce de cada uno, de que la transferencia sea empleada para producir un saber y no para la sugestión, de que los dichos del sujeto puedan ser escuchados para localizarlo en su decir. La orientación, permite operar con lo real de la castración desde el comienzo, acompañar las invenciones del sujeto frente a lo imposible de la relación sexual, y ante lo ineliminable de la castración del Otro y apuntar a una modificación de su economía libidinal, a un cambio de posición en la relación con su deseo y con su goce. No importa hasta dónde se llegue en cada caso , esto vale en cada encuentro, con diferentes demandas, con tiempos variables, ya sea en el consultorio, en el prepago o en el hospital. Y en este sentido el psicoanálisis puro siempre orienta la intervención, aun cuando no se logre llegar al final del análisis.


A partir de él la pregunta ¿Qué es un TSM? se amplió con ¿Que es un psicoanalista?

sábado, 28 de marzo de 2009

¿Qué es un trabajador de la Salud Mental?

En la última reunión del lunes 16 de marzose planteó un interesante y confuso debate: ¿Qué es un TSM?
Descubrimos que hay neuropsicólogos que se consideran por fuera de este agrupamiento y abogados que se sienten dentro. Esta confusión de los límites es un primer logro de la preparación de las jornadas. Ahora comencemos a precisar.
Podemos colocar nuestra opinión sobre el tema en los comentarios. ¿Qué es un trabajador de la Salud Mental?